Creación del hombre moderno: el equilibrio entre la masculinidad, las
normas sociales y la obesidad
¿Qué significa ser un hombre en el mundo moderno? Los mensajes
contradictorios y las expectativas de la sociedad hacia los hombres no
solo pueden interferir con el sentido de identidad propio, sino que
también afectan su salud. Si a esto le sumamos la presión social que
existe con respecto a la imagen corporal, es muy fácil quedar atrapado
en un círculo vicioso de desesperación. Ian Patton comparte algunas
respuestas sobre cómo equilibrar el modelo de masculinidad a seguir y
la salud, cómo obtener ayuda y reconectar con nuestra verdadera identidad.
Por Ian Patton, agosto de 2020
Siempre he sido el “grandullón”. Crecí siendo el niño gordo del
colegio y esa imagen me siguió durante toda la secundaria, la
universidad y la adultez.
Si bien siempre he sabido que era diferente y que estaba obligado a
tratar de hacer algo al respecto, también influyeron mucho en mí
mensajes contradictorios sobre la masculinidad, la salud de los
hombres y mi
cuerpo. Como hombre, mi cuerpo ha sido mi mayor ventaja y mi mayor defecto.
Al mirar atrás en mi vida, está claro que mis creencias acerca de
lo que significa ser un hombre tuvieron un gran impacto en el avance
de mi enfermedad.
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“Crecí siendo el niño gordo del colegio y esa imagen me siguió
durante toda la secundaria, la universidad y la adultez”.
El significado de ser un hombre en el mundo moderno
Cierra los ojos y viaja en el tiempo conmigo al principio de los 90.
Imagina que eres un niño de 10 años que sueña con ser un Power Ranger
o una Tortuga Ninja. Estás jugando al Donkey Kong en la Super Nintendo
y llevas una camiseta de color chillón.
¿Qué está aprendiendo ese niño pequeño sobre su lugar en el mundo?
¿Cuáles son los mensajes que recibe sobre ser un niño y convertirse en
un hombre?
Está creciendo en una sociedad, un ambiente y un hogar que le enseña
a valorar ser grande y fuerte, valiente y agresivo. Se le está
enseñando que debe ser responsable y digno de confianza, un protector
y a que debe poner el pan en la mesa. Estas son las cualidades
masculinas que está condicionando a comprender.
Sentirse como un extraño
Pero, ¿qué sucede si no encajas en ese modelo? ¿Qué sucede si tu
cuerpo no coincide con el ideal masculino tradicional? ¿Qué sucede si
lo único que el mundo ve es un cuerpo de talla grande? ¿Un tipo de
persona gorda y diferente?
Yo era ese niño y ahora soy ese hombre. Y te puedo asegurar que es
muy conflictivo que te halaguen y te avergüencen por tu cuerpo al
mismo tiempo.
Que te animen a ser grandote y a utilizar tu tamaño para tu
beneficio, al mismo tiempo que la opinión pública sostiene que eres
defectuoso y el responsable de tu tamaño. Recibir apodos relacionados
con la fuerza y el poder, como “toro” o “tanque”, pero que a la vez te
denigren con apodos ofensivos como “gordinflón”, “cerdito” o “culo gordo”.
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“Al mirar atrás en mi vida, está claro que mis creencias acerca de lo
que significa ser un hombre tuvieron un gran impacto en el avance de
mi enfermedad”.
Hay una delgada línea entre ese modelo masculino positivo, capaz y
alentador y el cuerpo temido, vergonzoso y excesivamente obeso. El
mensaje contradictorio puede ser extremadamente confuso: “Debes ser
más grande y más fuerte, pero también debes bajar de peso y reducir tu
tamaño porque ahora eres demasiado grande”.
Lo que hace que ese mensaje resulte aún más dañino y peligroso es el
hecho de que no existen respuestas claras sobre cómo “repararte”, cómo
revertir la balanza hacia la imagen de un hombre corpulento y fuerte.
El único mensaje que recibes es: “Sé un hombre, esfuérzate más,
levanta cosas pesadas, suda esos kilos”, y cosas por el estilo.
Escudado tras el deporte
Al crecer con obesidad, tuve la suerte de poder participar en
actividades en las que mi tamaño era una ventaja. Destaqué en deportes
como el hockey, el béisbol, el rugby, el fútbol americano y la lucha
libre, los cuales reforzaron los mensajes sobre fuerza, poder y
agresividad que mencioné antes.
De muchas maneras, estas lecciones y oportunidades fueron mi
salvación. Me protegieron de experimentar el mismo grado de
discriminación, prejuicio y abuso que algunos de mis compañeros describen.
Ser bueno en un deporte y recibir el aliento de los demás por ser
“el grandullón” me dieron confianza, autoeficacia, experiencias
sociales positivas y, lo más importante, amigos.
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“Hay una delgada línea entre ese modelo masculino positivo, capaz y
alentador y el cuerpo temido, vergonzoso y excesivamente obeso. El
mensaje contradictorio puede ser extremadamente confuso”.
Sí, sufrí acoso escolar por mi peso como cualquier otro niño gordo.
Los niños eran crueles, me atormentaban y me empujaban, me hacían
bromas crueles y, por lo general, no dejaban de recordarme que era, en
un sentido, diferente a ellos.
Una vez que el acoso se volvió violento, me enseñaron a protegerme a
mí mismo y a los demás, por la fuerza si era necesario. El acoso se
solucionó rápidamente y rara vez volvió a ocurrir.
La espada de doble filo
Mirando hacia atrás, la desventaja de crecer en un mundo donde existe
este estereotipo de masculinidad fue doble para mí: además de
probablemente contribuir al avance de mi enfermedad, puso en riesgo mi
capacidad para pedir ayuda.
La situación era la siguiente: Por un lado, se me alentaba a ser más
grande (hasta un punto de no retorno). Por otro lado, me enseñaron
que, como hombre, debes enfrentar tus problemas y solucionarlos por
cuenta propia. No pidas ayuda. Pedir ayuda es una debilidad y un
conflicto directo con quién la sociedad quiere que seas.
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“La desventaja de crecer en un mundo donde existe un estereotipo de
masculinidad fue doble para mí: además de probablemente contribuir al
avance de mi enfermedad, puso en riesgo mi capacidad para pedir ayuda”.
Como hombres, no hay duda de que nos resulta más fácil ser aceptados
y encontrar un propósito para nuestro cuerpo. El exceso de peso es más
aceptable socialmente en nosotros que en las mujeres y nos avergüenzan
por nuestro cuerpo con mucha menos frecuencia. Al mismo tiempo, los
hombres no aceptan completamente la idea de estar “enfermo” y
necesitar ayuda debido a la obesidad.
Si a eso le sumamos el miedo a mostrar signos de debilidad, tenemos
un panorama en el que, nosotros los hombres, por lo general no
buscamos ni recibimos tratamiento para la obesidad cuando es necesario.
¡Vaya ironía!
Como hombre que fue atleta y que se interesó por la ciencia y el
cuerpo, obtuve un título universitario en kinesiología, el estudio del
cuerpo en movimiento, también conocido como ciencias del ejercicio.
Mientras mi enfermedad avanzaba, continuaba estudiando salud,
nutrición y ejercicio.
Obtuve un doctorado con especialidad en obesidad.
Irónicamente, fue en esta cima de conocimiento cuando más enfermo
estuve, pesaba casi 160 kg (350 lb). Estaba hipertenso, tenía apnea
del sueño grave y estaba avergonzado por la sensación de que mi
obesidad estaba absorbiendo mi vida.
Al igual que la mayoría de las personas, yo había creído en la
cultura de las dietas y el ejercicio. Me había convencido de que la
fuerza de voluntad y la determinación harían desaparecer la obesidad.
De que si pasaba hambre y sudaba lo suficiente, si soportaba
suficiente malestar y lo deseaba con firmeza, podía curarme.
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“Los hombres no aceptan completamente la idea de estar ‘enfermos’ y
necesitar ayuda debido a la obesidad”.
Mientras estaba atrapado en esta actitud de “yo puedo arreglarme a mi
mismo”, me negué a ver mi obesidad como una enfermedad. Permití que mi
ego y mi visión machista del mundo retrasaran el control
adecuado de mi enfermedad. Permití que mi enfermedad avanzara cada
vez más por mi obstinación. Y casi me cuesta la vida.
Estaba tan enfermo que me despertaba todas las mañanas preguntándome
si hoy era el día en que la obesidad me mataría. Comencé a preguntarme
cómo saldrían adelante mis hijos sin su padre.
Es muy común
No estoy solo en esto. Hay tantos hombres que simplemente ignoran o
se niegan a cuidar su salud porque pedir ayuda no es algo que haría un
hombre. Obesidad, salud mental, detección
de enfermedades crónicas... Puede ser cualquier cosa.
Uno solo puede esperar que, al igual que yo, se den cuenta de que
solo si tragan su orgullo y enfrentan sus problemas honestamente,
tendrán la esperanza de sobrevivir.
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“Hay tantos hombres que simplemente ignoran o se niegan a cuidar su
salud porque pedir ayuda no es algo que haría un hombre”.
Algunos hombres en la sala de espera de un consultorio médico
En 2014, me realizaron un bypass gástrico como parte de mi tratamiento
para la obesidad. La fase preoperatoria fue intensa, cargada de
citas y reuniones. Mi sesión de orientación inicial incluía a casi 50
personas, de las cuales solo 3 eran hombres.
Al juzgar por las personas que conocí en las salas de espera
mientras continuaba mis citas para una cirugía bariátrica, esto no me
sorprendió. También soy miembro de varias comunidades de grupos de
apoyo y en esas comunidades, tan solo 1 de cada 5 miembros suele ser
un hombre.
Si observamos la obesidad en toda la población, no vemos la misma
división por género. Esto indica que los hombres no buscan
tratamiento ni piden ayuda. Debido a la naturaleza compleja y
crónica de esta enfermedad, temo que muchos más hombres respondan como
yo, dejando que la enfermedad avance sin control debido a que
damos por sentado que pedir ayuda es un signo de debilidad.
En otras áreas de enfermedades (por ejemplo, la salud mental), se
hacen esfuerzos para erradicar el estigma relacionado con pedir y
recibir ayuda siendo hombre. Debemos hacer lo mismo con la obesidad y
los diversos tratamientos disponibles.
Necesitamos que los hombres reconozcan que está bien pedir ayuda.
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“No hay signo más masculino o más poderoso que ser lo suficientemente
valiente para ser vulnerable, que hablar sin tapujos sobre todos los
aspectos de nuestra salud”.
Reconectar con la verdadera identidad y pedir ayuda
Será necesario que los hombres asuman responsabilidad por su
multifacética composición. Un hombre puede ser fuerte e inteligente y
TAMBIÉN necesitar la fortaleza y el conocimiento
de los demás, especialmente cuando su salud está en juego.
Necesitamos más hombres que se sumen, alcen su voz y exijan algo
mejor. Necesitamos más hombres que tomen la iniciativa y que den el
ejemplo de que hacer
frente a la obesidad no es algo que se puede hacer solo.
Porque lo cierto es que no hay signo más masculino o más poderoso
que ser lo suficientemente valiente para ser vulnerable, que hablar
sin tapujos sobre todos los aspectos de nuestra salud.
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